Llegaste a casa en un estado deplorable, sucio, desnutrido y maloliente. Tu carita llena de heridas por las peleas con otros gatos, asustado del contacto humano.
Te gustaba tomar siestas en el sol, y escapabas cada vez que te hablaba. Poco a poco nos ganamos tu confianza, y después de un terrible desastre en el que te creímos muerto, volviste.
Ahora tenías comida y agua cada día, una cajita para tomar la siesta. Pero no pasó mucho para que definitivamente formaras parte de la familia, comenzó a gustarte dormir en una mantita o en las sillas, pedías mimos a todas horas, te gustaba ser el primero en dar la bienvenida a casa, te gustaba que apoyaramos la frente en tu cabeza para saludarte, cuando salías vigilabas que ningún gato pasará por tu casa y nos llamabas para avisar que habías llegado. Adorabas dormir en brazos, y no te gustaba cuando el gato pequeño te mordia jugando. Te asustaba que tocarán tu patita en las escaleras, y no entendias muy bien eso de jugar. Ibas cada día a buscar a tu novia a su casa y la traias a comer. Te enojaba que los cachorros o el gato pequeño me hicieran enojar, subias a toda prisa y les dabas dos bofetadas por hacerme enojar.
Fue menos de un año en el que estuvimos juntos, un año maravilloso y estoy eternamente agradecida de que fueras mi gato. Hoy te toca partir para siempre, hoy me dejas después de tres días de angustia, uno en el que no volviste a casa y te encontramos herido, otro en el casi no te movias, comias poco y casi lo único que aceptaban era agua, una visita al veterinario esperanzadora pero infructuosa; y un último día devastador en el que tu estado empeoró considerablemente, no comias, no bebeias agua y solo te movias para esconderte en un rincón. Moriste de la peor manera, pero rodeado de amor, con caricias y susurros que pretendían calmar un poco tu dolor.
Gracias por llegar a mi vida, gracias por permitirme amarte, gracias por venir a casa cuando te hirieron y gracias por todo el cariño que me diste.
Te gustaba tomar siestas en el sol, y escapabas cada vez que te hablaba. Poco a poco nos ganamos tu confianza, y después de un terrible desastre en el que te creímos muerto, volviste.
Ahora tenías comida y agua cada día, una cajita para tomar la siesta. Pero no pasó mucho para que definitivamente formaras parte de la familia, comenzó a gustarte dormir en una mantita o en las sillas, pedías mimos a todas horas, te gustaba ser el primero en dar la bienvenida a casa, te gustaba que apoyaramos la frente en tu cabeza para saludarte, cuando salías vigilabas que ningún gato pasará por tu casa y nos llamabas para avisar que habías llegado. Adorabas dormir en brazos, y no te gustaba cuando el gato pequeño te mordia jugando. Te asustaba que tocarán tu patita en las escaleras, y no entendias muy bien eso de jugar. Ibas cada día a buscar a tu novia a su casa y la traias a comer. Te enojaba que los cachorros o el gato pequeño me hicieran enojar, subias a toda prisa y les dabas dos bofetadas por hacerme enojar.
Fue menos de un año en el que estuvimos juntos, un año maravilloso y estoy eternamente agradecida de que fueras mi gato. Hoy te toca partir para siempre, hoy me dejas después de tres días de angustia, uno en el que no volviste a casa y te encontramos herido, otro en el casi no te movias, comias poco y casi lo único que aceptaban era agua, una visita al veterinario esperanzadora pero infructuosa; y un último día devastador en el que tu estado empeoró considerablemente, no comias, no bebeias agua y solo te movias para esconderte en un rincón. Moriste de la peor manera, pero rodeado de amor, con caricias y susurros que pretendían calmar un poco tu dolor.
Gracias por llegar a mi vida, gracias por permitirme amarte, gracias por venir a casa cuando te hirieron y gracias por todo el cariño que me diste.
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