No hay tiempo de decir adiós
El día anterior había estado hablando con Hiroshi. Estaba
cansado y quería levantarme tarde. Pero, no pude hacerlo por que un estruendo
en la sala llamo mi atención.
Baje las escaleras sigilosamente y vi una piedra con una
nota amarrada en ella.
Me acerque desconfiado y la tome desatando el papel.
“si no te largas juro que te denunciare con las autoridades comunista
de mierda, sabes perfectamente que hablo de ti Akira.” mis manos temblaron y
deje caer la nota y la piedra. Mi madre que había bajado tomo la nota del piso
y me miro preocupada.
-
¿ahora qué harás hijo? – con la voz temblando y
una lagrima de amargura rodando por su delicada mejilla toco mi brazo esperando
una respuesta. –
-
No lo sé madre – conteste con la voz quebrada –
Mentiría si dijera que no tenía miedo. Estaba realmente
asustado, si alguien me denunciaba vendrían por mi y mi madre. No quería terminar
como mi padre… muerto por las torturas de los militares.
Esa noche no dormí pensando en la manera de solucionar este
problema. No podía decirle a nadie sin arriesgar su vida también. La persona que
me amenazo seria recompensada por esto.
Por suerte tenia un fin de semana largo y podía pensar con más
tiempo que hacer. Me rompí la cabeza el día entero buscando la manera de salir
ileso.
Al fin tuve una idea, tenía un amigo que se dedicaba a hacer
documentos falsos para pasar ilegalmente a los que se iban exiliados sin que
nadie supiera nada.
Le llame para encontrarnos en su casa en un par de horas. Después
de colgar el teléfono me fui a cambiar y salí en dirección a la casa de William.
Una vez llegue toque la puerta y el me abrió con una sonrisa
amable.
-
¿Qué te trae por aquí Akira? – me pregunto dándome
una cerveza –
-
Necesito papeles falsos – le dije jugando
nerviosamente con la botella –
-
¿Por qué? ¿le ha pasado algo a uno de tus amigos?
– se sorprendió - ¿lo han denunciado?
-
No es para un amigo… es para mi – dije con un
hilo de voz –
William me miro con los ojos cristalizados y corrió a
abrazarme para poder quitarme un poco el peso de mi desdicha.
-
¿Quién te ha denunciado? ¡Juro que lo matare! –
dijo entre sollozos –
-
No me han denunciado. Pero, me amenazo con
denunciarme si no me iba
-
Prometo que te hare los mejores documentos
falsos que pueda hacer para que te vallas del país.
Luego de una par de horas organizando la fecha y lugar de
entrega de los documentos me dio unas recomendaciones.
-
Primero deberás tomar un vuelvo a Europa y luego
de eso ve a Venezuela. – comenzó a decir – desde allí te derivaran en un vuelo
a Cuba en donde te esperaran tus documentos originales que deberás esconder una
vez salgas de la isla, y te dirijas a un nuevo destino, ¿entendiste? –
-
Si – le respondí luego de escucharlo atentamente
–
-
Entonces, para mañana estarán listos tus
documentos. Después de eso solo te quedara comprar un boleto de avión a Europa
-
Así es amigo. Nos vemos mañana – dije abrazándolo
–
-
Nos vemos – dijo correspondiendo el abrazo –
Fui de vuelta a casa sintiendo una opresión en el pecho. Realmente
esto me dolía. No podría decirle adiós a nadie más que no fueran William y mi
madre.
Llegue a casa dejando los zapatos en la entrada y camine
dentro sintiendo una agradable aroma a comida casera. Una de las últimas que podría
comer.
Mi madre sonrió al verme entrar y puso los platos en la
mesa. Cuando nos sentamos ella me miro insistentemente. Entendiendo su intención
le respondí.
-
Saldré del país – dije sin más llevándome un
poco de comida a la boca –
-
¿Cómo saldrás? A estas alturas ya tiene que
haber puesto la denuncia o lo hará pronto. Si esto pasa te interceptarán en el
aeropuerto
-
Hable con William, tendrá mis documentos falsos
para mañana – dije mirándola –
-
¿Dónde eras hijo?
-
Aún no sé cual será mi destino final. Pero, iré
en primer lugar a Europa y de allí a Venezuela. Luego a Cuba para buscar mis documentos
reales y luego buscare otro destino – le dije –
Luego de eso se hizo un silencio sepulcral en la casa. Esa
noche mi madre insistió que durmiera con ella. Quería abrazarme mientras dormía
cuando era pequeño. Ahora por última vez.
A la mañana siguiente fui a la casa de Vladimir, allí nos encontraríamos
William y yo para que me diera los documentos.
-
Hola Akira – saludo amable Vladimir –
-
Hola Vladimir – correspondí el saludo e ingrese
en busca de William –
-
Que bueno verte amigo – me saludo William – aquí
tienes tus documentos; identificación y pasaporte – dijo entregándomelos –
-
Gracias – dije viendo mi nueva identidad como Matsuyama Hiroto –
-
Cuídate en tu nueva vida – dijo Vladimir dándome
un abrazo –
-
Lo hare – dije devolviendo en abrazo –
-
No olvides que te queremos y que siempre serás
nuestro amigo – dijo William con la voz quebrada y dándome un fuerte abrazado –
-
Jamás lo olvidare – derrame lagrimas
compartiendo nuestro ultimo abrazo –
Volví a casa y le enseñe los papeles a mi madre. Salí rumbo
al aeropuerto y compre un billete de avión para mañana a primera hora y volví a
casa con este en mi billetera.
Me levante temprano comí mi ultima comida preparada por mi
madre y salí a la calle donde el taxista me ayudo a subir las maletas. Antes de
subir me despedí de mi querida madre.
-
Te amo hijo – dijo entre sollozos –
-
También te amo
-
No permitas que te atrapen, cuídate mucho y se
muy feliz en el lugar al que vallas – sonrió con tristeza – no soportaría perderte
como lo hice con tu padre –
-
Todo estará bien mamá, lo prometo – dije besando
su mejilla y abrazándola – adiós
-
Adiós hijo
Subí al taxi y me fui al aeropuerto una vez allí baje con mi
maletas y camine dentro del lugar. Espere sentado a que llamaran a abordar el avión.
Una vez que escuche el llamado camine a la puerta de embarque de mi vuelo. Me detuve
antes de ingresar. Mire atrás derramando lagrimas y quise volver a casa. Pero
no lo hice. Ingrese y a los minutos de estar mi asiento el avión despego
dejando atrás mi amado país.
Fueron largas horas de vuelo pero al fin llegue a Madrid. Unos
amigos de William estaban allí esperándome.
-
¿tú debes ser el amigo de William? – pregunto uno
de ellos –
-
Así es – le conteste –
-
Soy Petter – me saludo – y él es Miguel
-
Mucho gusto – dije –
-
El gusto es mio – dijo él –
Esa noche dormí en Madrid y al día siguiente partí a Venezuela
con el billete de avión que ellos habían reservado para mí.
Nuevamente después de un agotador vuelo llegue a Caracas y
me encontré con amigos esta vez de Vladimir. Me dieron un pequeño tour por la
ciudad y a la mañana siguiente partí a Cuba.
Llegue a la Habana donde algunos conocidos de los chicos y
otro míos que se habían ido del país me recibieron. Pase unos días en Cuba y
cuando tuve mis documentos en las manos fui de vuelta a Venezuela y allí decidí
donde ir a pasar quizás el resto de mis días.
-
¿Dónde iras? – me preguntó Bastian –
-
Ir a París, siempre quise vivir allí. y ahora
que posiblemente tenga que pasar el resto de mis días en un país desconocido
creo que Francia es el lugar perfecto – le conteste reservando el boleto a con destino
a París –
Después de una semana en Venezuela me fui a Francia. Al momento
de llegar todo me pareció fascinante. Salí del aeropuerto y tome un taxi en dirección
a un hotel. Sonreí al ver maravillado París.
Llegue al hotel y me registre. Ese día deambule recorriendo
la ciudad. Fui a una cafetería y en mi cara se plasmo una sonrisa ya que desde
allí podía ver la torre Eiffel. La camarera llego con mi café y comencé a
tomarlo leyendo mi libro de Platón.
Luego de unos días encontré un trabajo y al poco tiempo pude
ir a vivir a otro lugar.
Una mañana desperté triste recordando a Hiroshi. Llore durante
toda la mañana y sentí mi corazón doler.
Han pasado cinco años desde la última vez que vi a mis seres
queridos. Sigo viniendo cada día después del trabajo a tomar un café. Hace unos
años retome mis estudios de filosofía, y suelo estudiar de noche e invitar a mi
compañeros a la cafería y nos sumergimos en la charla.
La misma charla que tenía con Hiroshi sobre la paz.
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