Estaba sentado en mi cama, cuando sentí un fuerte dolor en
el pecho, no sabía que era. Pensé que tal vez era un ataque cardiaco. Pero, no
lo era, esto era distinto… como si alguien que yo quisiera mucho estuviera en
problemas. Pero ¿Quién?
Les contare desde el principio…
El día en que comenzó todo. Fue muy extraño. Desde que
desperté, sentí algo muy raro, estaba preocupado, muy preocupado. Sabía que
algo pasaría, pero ¿Qué? Al principio lo ignore, pero, al pasar los minutos, mi
preocupación iba en aumento, ¿Qué me pasaba?, no lo sé, pero sentía que algo
malo pasaría… intente calmarme pero no pude.
Recuerdo que estaba nervioso, atento al teléfono. Y el
sonido del reloj me enloquecía, su infernal “tic-tac” retumbaba en mis oídos,
como el ensordecedor llanto de un alma errante, sedienta de venganza.
Las horas pasaron, ya era medio día, pero yo ya estaba al
borde de la locura. No aguantaba más esa sensación. Y el reloj seguía cantando
su infernal tonada, compuesta por tan simple sonido, que me enloquecía, si, lo
repito, me enloquecía, el demoníaco
“tic-tac” me hacía pensar en las cosas más horrorosas, jamás pensadas,
que solo se pueden ver en las peores pesadillas.
Al poco tiempo me quede dormido, pero en ese instante miles
de imágenes venían a mi mente. Horribles imágenes, que inundaban mi sueño.
Luego al despertar, vi que tan solo habían pasado unos pocos
minutos, pero esa pesadilla para mi había durado una eternidad.
Las horas siguieron pasando tan lentas y dolorosas, como la
agonía de un corazón abandonado.
Era de noche y decidí, que lo mejor era dormir un poco. Me
quede unos minutos despierto y luego me dormí, y las pesadillas volvieron. Pero
esta vez cuando desperté ya habían pasado varias horas y pasó lo que relate al
principio. Esa horrible sensación en el pecho. Un dolor tan fuerte que casi no
podía respirar. Pero, que en realidad era la sensación de que algo pasaba. Eran
como las 7:30 de la mañana cuando sentí eso. Y alrededor de dos horas después,
me vinieron ganas de llorar acompañadas de un manojo de emociones negativas.
Sentí tristeza, angustia, ira y muchas otras emociones y sensaciones.
Luego de un rato, recibí una llamada que me estremeció hasta
el alma. Mis lágrimas se derramaron y corrieron por mis mejillas, que se
tornaban de un color tan pálido como la nieve. En esa llamada me comunicaron
que él había muerto… que mi mejor amigo, había muerto, aquel día 2 de mayo de
1998.
Así es, esa sensación, que había sentido todo el día
anterior, solo me había previsto de la muerte de mi amigo. Muerte que ni yo ni
nadie esperaban. Una muerte tan repentina, como el último suspiro de la razón.
Aquel día, mi mundo se derrumbó.
Mi amigo era lo único que tenía. Él era, una de las pocas
personas a las que le podía decir “te amo” sinceramente.
Aun no puedo creer que se marchara sin decir “adiós”… que se
fuera a dormir sin decir ni siquiera una palabra…
Mi amigo, mi hermano, mi todo… se ha ido.
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